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POLIPHILOS

La revista electronica anual de la Universidad Aristotelica de Salonica

Departamento de Lengua y Literatura italianas

Triste Herencia 

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8 Φεβρουαρίου, 2013 · 8:21 πμ

La novela española de posguerra

 

TRISTE HERENCIA[1]

Finalizada la Guerra Civil, España es un país en ruinas dividido entre vencedores y vencidos. Los vencedores de la guerra impusieron una dictadura militar de ideología fascista con el apoyo de la Iglesia y de los grupos conservadores. Se suprimió toda la obra legislativa de la República y en lugar de la Constitución de 1931 se dictaron normas de tipo totalitario y dictatorial, basadas, pretendidamente, en la tradición histórica española. Elementos claves del sistema político eran la censura en los medios de comunicación, la ausencia de libertades esenciales y la prohibición del movimiento obrero, el rechazo de la democracia liberal como sistema ineficaz y corrupto y el patriotismoexagerado[2].

Durante la primera etapa de la dictadura de Franco, la mayor parte de la sociedad española sufrió las consecuencias de la guerra en forma de hambre, miseria y represión. La población se había reducido en más de 600.000 personas. Por otra parte, la sociedad de posguerra estaba muy dividida ya que, mientras que para las clases populares las condiciones de vida eran muy difíciles, hubo grupos vinculados al régimen y los especuladores que se enriquecieron con el racionamiento de los productos básicos y el control del mercado negro[3].

El panorama de la cultura española entre 1940 y 1950 era desolador, triste herencia de la Guerra Civil. La vitalidad cultural de la II República fue bruscamente interrumpida: la mayoría de los artistas e intelectuales tuvieron que exiliarse a países europeos, a Hispanoamérica o a la URSS. A principios de los años 40, los vencedores de la Guerra Civil intentaron orientar toda la vida cultural, rechazando los movimientos vanguardistas y renovadores. Toda actividad cultural tenía que ajustarse al pensamiento tradicional y a la ortodoxia de la Iglesia católica. Estas directrices se impusieron en todos los ámbitos de la educación, que estaba controlada por las órdenes religiosas, y sometida a la actuación de la censura[4].

En estos años la vida cultural estuvo cargada de notas triunfalistas, de deseos de evasión y de retornos al formalismo clásico. Pronto apareció una literatura inquietante y hasta cargada de angustia: la poesía desarraigada y las novelas tremendistas[5].

En este panorama cultural poco alentador, la poesía lírica mantiene un nivel bastante digno. La poesía de los primeros años de posguerra se divide en dos líneas, la poesía arraigada y la poesía desarraigada. La primera es una poesía de visión optimista y esperanzada del mundo y de la vida, hace gala de una notable voluntad de armonía, claridad y orden, un lenguaje depurado y una predilección por las formas métricas clásicas. La corriente de la poesía desarraigada es aquella en la que se presenta la subjetividad del poeta en conflicto con el mundo exterior. Con un lenguaje agrio, violento y muchas veces grandilocuente y tremendista los poetas dan rienda suelta a sus angustias existenciales y a sus inquietudes históricas, muestran su solidaridad con los demás hombres y exigen a Dios, con el que entablan un diálogo exasperado o una lucha abierta, unas respuestas al dolor del hombre (Ramoneda;800).

El teatro de la posguerra ha tropezado con unos obstáculos mayores. Una censura implacable, unos empresarios escasamente proclives a arriesgarse con experimentos renovadores de dudoso éxito y un público, en su mayoría conservador, reacio a aceptar en un escenario situaciones y conflictos que pusieran en duda o en peligro sus más sólidos principios morales, sociales y políticos (Ramoneda;641).

En la novela se puede decir que después de un remanso, explicable por la Guerra Civil y sus consecuencias, se produjo un renacimiento caracterizado por la tendencia a devolver a la novela el contenido humano y realista, psicólogo y social, que había perdido en los años deshumanizadores, no como mera vuelta a un realismo decimonónico sino incorporando en el estilo algunas de las conquistas hechas por la sensibilidad contemporánea (Del Río;409).

Existe la opinión, generalizada entre los críticos literarios, de que durante la década de los cuarenta se producen novelas de escasísimo interés. La novela española de estos años ofrece modalidades estilísticas y temáticas muy dispares. En primer lugar destaca una línea de carácter propagandístico, en la que se exaltan los más rancios valores morales y políticos o en la que se canta la victoria reciente (hasta Franco con el seudónimo de Jorge de Andrade, escribió un novelón que lleva el título Raza). Otros autores de estos años se mantienen fieles a las fórmulas más prodigadas por el realismo, el naturalismo y el costumbrismo tradicionales. Sin embargo, frente al triunfalismo reinante, abundan las obras que presentan la cara sórdida y gris de la realidad. Por ellas desfilan personajes inadaptados, solitarios y frustrados, que, muchas veces, buscan, sin éxito, una salida a su desorientación y a su vacío existencial (Ramoneda:724-725). Escritores como Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada), Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte) o Carmen Laforet (Nada) protagonizan una corriente de realismo social que recibió el nombre de tremendismo, el cual denuncia las injusticias y miserias del franquismo[6].

En 1942 apareció La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, y en 1944, Nada, de Carmen Laforet. Las dos obras dieron que hablar y sirvieron de estímulo para que surgiera el novelista latente que había en algunos jóvenes. La familia de Pascual Duarte inauguró el llamado tremendismo, o sea un realismo que acentuaba las tintas negras, la violencia y el crimen truculento, episodios crudos y a veces repulsivos, zonas sombrías de la existencia. Es una novela que describe con un realismo inquietante la vida de dicha familia, víctimas de un sistema sociopolítico que ignora al hombre dejándolo abandonado a su suerte. Con esta novela la literatura española regresa al mundo rural y popular, donde los hombres son primitivos y auténticos. En sus instintos y pasiones todo el mundo reconoció el país donde la barbaridad, la violencia, el odio y la sangre se repiten sin parar (Cela, contraportada). Esto, en cuanto al material novelesco. Respecto al lenguaje, desgarro, crudeza y, en alguna ocasión, una cierta complacencia en lo soez. Vino a ser como un remozamiento de la novela picaresca combinada con el aguafuerte goyesco (Del Río;410). Nada, es la primera novela escrita en España donde se reflejan  las consecuencias de la Guerra Civil. Es una narración de carácter autobiográfico desarrollada en un ambiente sórdido de gentes anormales y desquiciadas. Más que arte, impresiona la revelación del absoluto vacío espiritual y moral de una juventud que ha perdido la fe en toda clase de valores. Carmen Laforet fue oportuna y su obra obtuvo el premio Nadal e infinitos lectores  (Del Río;410).

A partir de 1950 empieza a forjarse una valiosa narrativa española porque el control y la censura empezaron a aflojarse. El franquismo no podía evitar que muchos españoles establecieran contacto con las novedades culturales de otros países y dentro de España también surgieron corrientes de pensamiento críticas[7]. La literatura de los años cincuenta se preocupó por dejar constancia de los problemas económicos y sociopolíticos del país, siguiendo la estela de corrientes como el neorrealismo italiano y de una concepción del arte, de inspiración marxista, que recibió el nombre de realismo social. Por ello, para referirse a la narrativa de estos años se habla de la novela social española. Sus límites temporales van desde 1951 fecha de la publicación de La Colmena de Cela hasta 1962 en que se publica Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos (Παλαιολόγος:370). Estos nuevos autores se los suele agrupar bajo la denominación de “Generación del medio siglo” y se caracterizan por un deseo de dar testimonio directo de la realidad social e histórica, y por la esperanza de que sus obras pudieran contribuir a la mejora de las condiciones de vida de las clases menesterosas.  El deseo de estos autores es actuar sobre el lector con la intención tanto de informarle de las desigualdades e injusticias sociales como provocar en él una “toma de conciencia” que le impulse a la acción, con objeto de modificar aquel estado de cosas. En este sentido, se han señalado dos tendencias bien definidas dentro de la narrativa de carácter social: realismo objetivo y realismo crítico (Cabrales;140).

En el realismo objetivo el narrador, mediante el “behaviorismo” o conductismo, se limita a reproducir la conducta externa de los personajes, sus movimientos y actitudes, dejando al margen cualquier forma de introspección, de manera que sea el lector el que saque sus conclusiones sobre la situación de quienes aparecen en la novela. La acción, generalmente escasa, se desarrolla a través de los abundantes diálogos, que incorporan muchos rasgos del habla coloquial. En esta tendencia se sitúa Rafael Sánchez Ferlosio (Jarama), Juan García Hortelano (Nuevas amistades) y Jesús Fernández Santos (Los Bravos) (Cabrales;140).

A través del realismo crítico, por el contrario, los autores manifiestan su compromiso ideológico con respecto a la materia narrada, presentando una visión parcial de la realidad con la intención de poner de relieve las causas y los efectos de las injusticias sociales. Para ello, huyen de cualquier complicación formal: utilizan la narración lineal, descripciones sencillas, léxico limitado e incluso ocasionales descuidos sintácticos. Los personajes suelen ser el obrero explotado, el campesino esclavizado y el patrono o terrateniente sin escrúpulos. Hay novelas de ambientación urbana (La Noria de Luis Romero), ubicadas en el entorno rural (La Zanja de Alfonso Grosso), centradas en el mundo de trabajo (Central eléctrica de López Pacheco) o que denuncian la superficialidad burguesa (Juegos de manos de Juan Goytisolo) (Cabrales;140).

La novela La Colmena de Camilo José Cela se considera como un “mito” de la novelística española del siglo XX y la primera novela con características de realismo social. Por lo tanto, es una de las más originales desde el punto de vista técnico, al incorporar el protagonismo colectivo y rasgos propios del realismo objetivo y del realismo crítico. Desde el punto de vista ideológico, la obra presenta una visión sórdida y descarnada de la España de comienzos de los años cuarenta, teñida de miseria, sumisiones humillantes y falta de esperanza. La acción se desarrolla a lo largo de poco más de tres días en el Madrid de la posguerra. En sus páginas se traza una radiografía de la vida cotidiana en una ciudad empobrecida. La búsqueda de alimento diario, el sexo como única salida para sobrevivir, los amores clandestinos, el trabajo embrutecedor, la soledad, la insolidaridad, la resignación. En definitiva, lo mejor y lo peor de las personas (Cabrales;146).

La obra impuso un modelo narrativo que puede sintetizarse con los siguientes rasgos, que son también rasgos de la corriente del realismo social. Primero, protagonismo colectivo (ciento sesenta personajes), escasa atención a la psicología de los personajes, a menudo convertidos – al estilo del esperpento – en muñecos grotescos. Segundo, concentración del tiempo y reducción del espacio (tres jornadas). Tercero, falta de hilo argumental: “no hay argumento entendido a la manera tradicional sino mediante una serie de múltiples cuadros que como instantáneas fotográficas muestran el cotidiano vivir” (Barroso;274). Además,  deliberado propósito de escandalizar al lector mediante la reiteración de situaciones en las que la violencia, el sexo en todas sus manifestaciones y el humor negro se entrelazan de forma inseparable. Por último, pleno dominio del lenguaje en sus más variados registros, siguiendo una línea de especial cuidado de la expresión, que se remonta a Quevedo y tiene su antecedente inmediato en Valle-Inclán (Cabrales;145). Es novela de arquitectura fragmentada y esquemática, como conviene a los que habitan la colmena. El estilo es sencillo; Cela utiliza un diálogo sobrio y ágil, no sólo para presentar directamente la vida de estos seres vulgares y corrientes, sino para acentuar algunos de sus rasgos característicos (Del Río;414-415). El propio Cela puntualiza:

“En La Colmena saltó a la tercera persona. La Colmena está escrita en lo que los gramáticos llaman presente histórico, es una novela reloj, una novela hecha de múltiples ruedas y piececitas que se precisan las unas a las otras para que aquello marche. En La Colmena no presto atención sino a tres días de la vida de la ciudad, o de un estrato determinado de la ciudad, que es un poco la suma de las vidas que bullen en sus páginas, unas vidas grises, vulgares y cotidianas…La Colmena es una novela sin héroe, en la que todos sus personajes, como el caracol, viven inmersos en su propia insignificancia”.

En resumen, los autores de las décadas de 1940 y 1950 muestran un deseo de aproximación  a la problemática humana poniendo en relieve la realidad truculenta del ambiente político, social y cultural de la posguerra.  Los hombres vistos en su dimensión individual o colectiva, constituyen la máxima preocupación de sus promociones. El análisis de lo individual con el de las condiciones de vida colectivas, la visión retrospectiva que alterna con la descripción del presente, la mera transcripción de lo visto con la pura fabulación, han acaparado la atención del público no sólo español sino mundial y han puesto de manifiesto el deseo de la sociedad española de liberarse del peso de la triste herencia de la Guerra Civil y el afán de reforma social.

BIBLIOGRAFÍA

Barroso, A., et al.  Introducción a la literatura a través de los textos, TOMO IV, ed. Istmo S.A., 2000.

Cabrales, J. M., Hernández, G. Literatura española y latinoamericana – Del Romanticismo a la actualidad. Madrid: SGEL, 2009.

Cela, Camilo José. Lacolmena. Ζαχαρόπουλος, Αθήνα, 1989. Μετάφραση από τα ισπανικά: Μαρία Χατζηγιάννη. Εισαγωγή Raquel Asún.

Cela, Camilo José. LafamiliadePascualDuarte. Καστανιώτης, Αθήνα 2010. Σειρά ΒΡΑΒΕΙΑ ΝΟΜΠΕΛ. Μετάφραση από τα ισπανικά: Ισμήνη Κανσή.

Del Río, Ángel. HistoriadelaliteraturaespañolaDesde 1700 hastanuestrosdías. T2. Madrid : Ed. Gredos,S.A., 2011.

Παλαιολόγος, Κωνσταντίνος. Από την Κυψέλη του Θέλα στην εποχή της σιωπής του Μαρτίν Σάντος. Η γενιά του ισπανικού κοινωνικού ρεαλισμού. Στο Περιοδικό Η ΛΕΞΗ, Τεύχος 180, Αθήνα, Απρίλιος – Ιούνιος 2004, σελ:370 – 375.

Ramoneda, Arturo. Antología de la literatura española del siglo XX. Ed.SGEL, Madrid, 2001.

FUENTES ELECTRÓNICAS

Unidad IX. La II República, la guerra civil y el franquismo, recuperado en 19-3-2012

http://vechi.liceulcervantes.ro/Materiale/Spaniola/CarolinaCascales/tema%209%20-%20historia%20II.pdf

Literatura española del siglo XX, 2nda parte, por Vicente Morales Ayllón, catedrático de literatura, recuperado en 19-3-2012

http://www.vmorales.es/Temas/Literatura_25_2%AA_parte.pdf


[1] Triste Herencia es un cuadro del pintor español Joaquín Sorolla que fue realizado en el año 1899. Se trata de una obra de grandes dimensiones en la que se representa una escena tomada al natural de la playa del Cabañal de la ciudad de Valencia, en la que se ven diferentes niños afectos de varios tipos de incapacidad que se disponen a tomar un baño en el mar como medida terapéutica para combatir sus problemas de salud. Un religioso de la orden de San Juan de Dios vigila atentamente a los pequeños. La obra pertenece a la primera época del pintor en la que trató varios temas de interés social. http://es.wikipedia.org/wiki/Triste_Herencia

[4] Ibídem,p;173

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Modernismo y Generación del 98

 

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HOMBRES DE LUCES

El “Modernismo” y la “Generación del ´98” son dos movimientos que convergen en el período inicial de la literatura española contemporánea. El primero es reflejo directo de las corrientes renovadoras europeas (el simbolismo, el prerrafaelismo, el impresionismo), tiene una significación predominantemente literaria, se manifiesta sobre todo en la poesía y en su origen inmediato se incuba en América. El segundo es de significación preponderantemente espiritual e histórica y se relaciona con la crisis nacional, agravada por la pérdida de los últimos restos del antiguo imperio español a consecuencia de la guerra con los Estados Unidos en 1898 (Del Río;272-273).

El movimiento modernista surgió en Hispanoamérica y se introdujo en España de la mano del poeta nicaragüense Rubén Darío, cuyo libro Azul (1888) significó para la poesía española el comienzo de una renovación poética equiparada a la que Garcilaso de la Vega había llevado a cabo en el siglo XVI. La influencia de Darío prendió pronto en España. Surgieron entonces una serie de poetas, como Manuel Machado, Francisco Villaespesa, Juan Ramón Jiménez y dramaturgos como Eduardo Marquina y Valle-Inclán que adoptaron la estética modernista (Cabrales;61-62).

El objetivo central del movimiento modernista fue la búsqueda de la belleza junto con la evasión de la realidad cotidiana y supuso una absoluta renovación de la expresión literaria en torno a tres aspectos fundamentales: los temas, el lenguaje literario y la métrica (Cabrales;61). Los temas presentan ambientaciones alejadas de la realidad cotidiana (la Grecia clásica, la Francia de Versalles, la Edad Media, las culturas precolombinas) y en los poemas aparecen objetos exóticos (unicornios, cisnes, jardines franceses, abates, clavicordios). El lenguaje literario es concebido como algo diferente del lenguaje común. Para los modernistas la palabra es el principal instrumento para crear belleza. Como consecuencia se carga de cultismos, adjetivación brillante, colorista y sensorial, sinestesias y metáforas embellecedoras. Los recursos fónicos crean sonoridades espléndidas a través del uso de la aliteración, la onomatopeya y las reiteraciones acentuales. En cuanto a la métrica, se recuperan metros olvidados como el alejandrino medieval o el dodecasílabo, se modifican con plena libertad estrofas como el soneto o el romance y se crean nuevos metros de dieciséis y veintiuna sílabas (Cabrales;61-62).

Desde muy pronto se agrupó bajo el rótulo del modernismo a todos los escritores en los que se reflejó en España la mencionada crisis nacional. Para referirse a ellos “Azorín”, en una serie de artículos que publicó entre 1905 y 1913, propuso como más adecuado el nombre de “Generación del 98” (Ramoneda;9). En este grupo pertenecen una serie de escritores como Gavinet, Unamuno, Baroja, Valle-Inclán, Maeztu, Benavente, Antonio Machado y el mismo “Azorín” (Cabrales;62). Se ha discutido mucho el término aplicado a este grupo de autores ya que algunos de ellos nunca aceptaron pertenecer a ello. Sin embargo, comparten características comunes (Cabrales;62).

El tema de España constituye la columna vertebral del grupo. Critican la sociedad española de la época, en especial las clases gobernantes. Admiran la belleza de las tierras y los pueblos cuyos paisajes, especialmente Castilla, se contemplan con emoción. Reivindican el concepto de intrahistoria, representado por las costumbres y modos de vida de los individuos anónimos que viven de la misma manera desde tiempo inmemorial. Según ellos lo mejor del espíritu español se encuentra en la tradición medieval (la literatura de Berceo, de Hita, de Manrique). La mayoría de ellos no son creyentes en el sentido ortodoxo aunque se advierte en sus obras una honda preocupación por el sentido de la vida, el destino del hombre tras la muerte y una nostalgia evidente por la fe de las gentes sencillas. Por último, cultivan un lenguaje natural y antirretórico con predilección por las palabras apegadas a la tierra, capaces de reflejar las formas de vida tradicionales (Cabrales;63).

¿Pueden existir los dos movimientos en la obra de un mismo autor? La respuesta se encuentra en la obra de Antonio Machado y la de Valle-Inclán. Comencemos por Antonio Machado, quien representa un ejemplo admirable de equilibrio entre compromiso personal y exigencia artística. Su trayectoria poética aparece marcada por el itinerario del yo a nosotros o lo que es igual, del individualismo a la solidaridad (Cabrales;66). En su primer poemario, Soledades, galerías y otros poemas (1907), Machado sigue la estética del modernismo simbolista por mucho que desdeñaba a los procedimientos de los modernistas y repudiaba el afán de exquisiteces de dicha escuela (García López;627). El poemario es una meditación sobre el paso del tiempo, la memoria, la juventud y la infancia perdidas, los sueños o el amor ausente, intensificados por el uso de términos que aluden a la melancolía (hastío, monotonía, bostezo, amargura). La sencillez formal y la nota de dolorido cansancio  junto con algunas expresiones como “la fronda marchita”, “los húmedos cristales”, “el parque mustío y dorado”, revelan una leve influencia del modernismo (García López;627). Mientras en Campos de Castilla (1912), su libro más famoso, desplaza su interés de la propia melancolía hacia realidades coincidentes con las preocupaciones de la Generación del´98 como el paisaje castellano y el interés por la regeneración de España (Cabrales;67).

Andaluz como Machado y como él poeta de extraordinaria concentración espiritual es Juan Ramón Jiménez. Hay entre la poesía de ambos más semejanza de lo que suele suponerse ya que obedecen a incitaciones análogas, las del espíritu de su época (Del Río;324). En la época de su plenitud creadora (1916-1936), surge el Diario de un poeta recién casado, libro llamado a revolucionar la lírica española de la época. Junto a la meditación sobre la eternidad y el instante, el autor se decanta ya por la poesía “desnuda”, a la que podría definirse como el deseo de expresar exactamente lo sentido, de forma sencilla, breve, prescindiendo de la adjetivación y ornamentación inútiles (Cabrales;69). El poeta, perpetuamente insatisfecho, pule y retoca sus versos con admirable y ascético rigor, depurándolos de todo cuanto no sea esencialmente lírico (García López;679). Su importancia como poeta es extraordinaria porque fue un gran descubridor y forjador de nuevas posibilidades expresivas (Barroso;T3;245). Gracias a su delicada sensibilidad y a su perpetuo anhelo de perfección y de belleza, la lírica española pudo salvar el momento peligroso del agotamiento del modernismo y hallar el camino que la condujese a una nueva época de esplendor (García López;679). Abrió nuevos caminos a los jóvenes poetas de la Generación del 27, que se acercaron a él atraídos por su gran prestigio, como a un verdadero maestro (Barroso;T3;245).

Sigamos con don Ramón María del Valle-Inclán. Especialmente en sus primeras obras aparece más identificado con los ideales estéticos del simbolismo. En las Sonatas se culmina el modernismo en la prosa española: erotismo, religiosidad y perversión, preciosismo ornamental en la reconstrucción de ambientes. Durante muchos años esta prosa sensual y sonora compitió con el verso de Darío, el de sus poemas más ornamentales y sonoros (Del Río;305). Después de pasar por otras varias modalidades,  deriva hacia un estilo y una visión que parecen diametralmente opuestos a los de sus obras anteriores. Desde 1919 con la poesía de La pipa de Kif, el arte valleinclanesco da un viraje en redondo y crea el estilo satírico y grotesco de los Esperpentos. Si antes estilizaba lo bello y poético en un lenguaje rítmico, ahora estiliza lo bajo y lo feo. Desde lo pastoral, exótico, armonioso y decadente pasa por lo truculento y trágico, hasta lo deformado, plebeyo y barroco en su fealdad como un “sueño” de Quevedo o una “pintura negra” de Goya (El esperpentismo la ha inventado Goya) (Del Río;306). Aunque este estilo parece completamente ajeno a las preocupaciones españolas de sus compañeros de generación, su españolismo es tan profundo como el de cualquiera de ellos y está en la base de toda su obra: en el sentimiento sensual y religioso, en su poesía arcaizante y campesina, en la violencia de sus personajes, en su culto a lo medieval y gótico o a lo grotesco y barroco, en el realismo deformado con que presenta a sus personajes, en la ironía moral y quevedesca de sus Esperpentos, total, en la amarga visión satírica de la realidad española. Se le llamaron verdadero Jano literario, uno de cuyos rostros mira a la Sonata mientras el otro contempla el Esperpento (Del Río;307).

El Esperpento es un auténtico género teatral, creado por Valle Inclán, en que se deforma sistemáticamente la realidad, exagerando sus rasgos grotescos y absurdos (Moliner;1203). Hace su aparición en 1920 con Luces de Bohemia. La temática de la obra es la siguiente: Max Estrella, un poeta ciego y arruinado que vive en una buhardilla con su mujer y su hija, sale en compañía de su amigo Don Latino, que es su lazarillo,  a deshacer un trato con un librero. En la taberna de Pica Lagartos manda empeñar su capa para comprar un décimo de lotería, pero la lotera desaparece aprovechando un tumulto callejero y Max y Don Latino parten en su busca. En su recorrido por las calles de Madrid durante esa tarde y toda la noche se encuentran con diversos personajes (unos poetas modernistas, Rubén Darío, tumultos callejeros, unas prostitutas…) y consiguen recuperar el billete de lotería. Max es encerrado en el ministerio de Gobernación por escándalo público y ebriedad. Los modernistas acuden a la redacción de un periódico para interferir por su liberación. Finalmente Max sale del calabozo gracias a la intervención del Ministro, su antiguo compañero de estudios, que le promete un sueldo. Al amanecer Max muere de frío e inanición en la puerta de su casa. Don Latino aprovecha para apoderarse del décimo. Al día siguiente se producen su velatorio y entierro. La obra finaliza en la Taberna de Pica Lagartos, en donde Don Latino se emborracha con el dinero cobrado del décimo, que ha salido premiado. A través del periódico nos enteramos del suicidio de la mujer y la hija de Max[2].

Hemos elegido a comentar la escena undécima de la obra, primero por su brevedad e intensidad y segundo porque nos presenta la faceta más desgarrada y seria del esperpento. Además, es la cima de la desolada protesta que recorre toda la obra y la manifestación suprema del sentimiento fraterno de Max con los que sufren, con las víctimas[3]. La escena nos presenta las trágicas consecuencias de la represión policial: un niño  murió de un disparo de los guardias que se habían enfrentado a una manifestación obrera. Toda la escena gira en torno a la figura de la madre, una verdulera, una mujer del pueblo, la cual lamenta la pérdida de su hijo y profiere sollozamente maldiciones a los responsables. Los personajes que la rodean se reparten en dos campos: por una parte, los conformistas y partidarios del orden, por otra los disconformes, los rebeldes[4]. Entre las frases de unos y otros se va a establecer un brutal contraste y es precisamente en el arte de contraste que se basa el esperpento.

El contraste se da desde el principio de la escena. Los personajes que defienden el orden (el Empeñista, el Tabernero, el Retirado), justifican la represión, frente al Albañil, que aboga por los obreros. Pero el contraste más brutal es el que se establece entre las palabras de aquellos, con su frío egoísmo, y el dolor desesperado de la madre[5]:

EL TABERNERO: El pueblo que roba en los establecimientos públicos, donde se le

abastece, es un pueblo sin ideales patrios.

LA MADRE DEL NIÑO: ¡Verdugos del hijo de mis entrañas!

UN ALBAÑIL: El pueblo tiene hambre.

EL EMPEÑISTA: Y mucha soberbia.

LA MADRE DEL NIÑO: ¡Maricas, cobardes!

UNA VIEJA: ¡Ten prudencia, Romualda!

LA MADRE DEL NIÑO: ¡Que me maten como a este rosal de Mayo!

LA MADRE DEL NIÑO: ¡Asesinos! ¡Veros es ver al verdugo!

EL RETIRADO: El Principio de Autoridad es inexorable.

EL ALBAÑIL: Con los pobres. Se ha matado, por defender al comercio, que nos chupa la sangre.

 

Otras características del esperpento son el sarcástico sentido del humor y la sátira. La Portera da un toque sarcástico (Nos quejamos de vicio) que resulta chirriante en esa situación, ante el niño muerto y el dolor de la madre. Max siente estremecido oyendo la voz de la madre (Jamás oí voz con esa cólera trágica) mientras Don Latino con una frase mordaz sugiere que el dolor de la madre es fingido (Hay mucho de teatro), frase que constituye manifestación clara del contraste entre insensibilidad y dolor. Otro recurso muy característico del esperpento es la cosificación. Al niño se le nombra “el rosal de mayo” y el sereno queda reducido a “el farol, el chuzo, la caperuza” sujetos que “bajan con un trote de madreñas por la acera[6]. Valle Inclán se vale de este recurso para despersonalizar y  degradar a los personajes presentándolos como objetos. Con el rosal de Mayo, Valle-Inclán quizás haga alusión a la temprana edad del niño o al fusilamiento de los inocentes del dos de mayo de 1808 para intensificar el absurdo de la situación y para demostrar que la historia se repite. Asimismo, el autor emplea la técnica de literaturización, la cual consiste en el uso de citas o alusiones procedentes de otras obras: Círculo infernal o círculo dantesco es una frase de Dante que resume los sentimientos dominantes de Max (Rabia y vergüenza). Paralelamente, debe destacarse el arte de las acotaciones: La Leyenda Negra ….. es la historia de España. Por último, el lenguaje también se deforma y retuerce en la obra, mezclando constatemente lo culto y lo popular: El principio de Autoridad es inexorable, …  La zurra ha sido buena.

Profundizar en todos estos aspectos de la escritura valleinclanesca es profundizar en el arte del esperpento. Sus esperpentos convierten a Valle Inclán en uno de los grandes renovadores del arte dramático no sólo español sino universal. Su teatro fue “un teatro de ruptura” que tardaría a ser comprendido plenamente. Tendrían que avanzar mucho las técnicas escénicas para que se demostrara hasta qué punto Valle se había anticipado a las nuevas concepciones del teatro mundial[7]. El valor literario del género está en la ruptura que representa frente a la tradición, en su entronque con el expresionismo europeo y con las posteriores reflexiones teatrales de Brecht y del teatro del absurdo[8].

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BIBLIOGRAFÍA

 

Barroso, A., et al.  Introducción a la literatura a través de los textos, TOMO II, ed. Istmo S.A., 2000.

Cabrales, J. M., Hernández, G. Literatura española y latinoamericana – Del Romanticismo a la actualidad. Madrid: SGEL, 2009.

Del Río, Ángel. Historia de la literatura españolaDesde 1700 hasta nuestros días. T2. Madrid : Ed. Gredos,S.A., 2011.

García López, J., Historia de la Literatura Española, ed. Vicens Vives S.A., 1997.

Moliner María. Diccionario de uso de español (A – H). Ed. Gredos, Madrid, 1998.

FUENTES ELECTRÓNICAS

 

Comentario de la escena XI de Luces de Bohemia por profesor Vicente Morales Ayllón

http://www.vmorales.es/Comentarios/Gen98/Valle_Comentario_Luces.pdf

Estudio de la obra Luces de bohemia de Valle-Inclán por Juan Carlos Jiménez

http://www.lengua.profes.net/archivo2.asp?id_contenido=30561

La temática de Luces de Bohemia

www.s3.amazonaws.com/lcp/fpaelvillar10/myfiles/Valle-Inclan.doc


 

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Realismo y Naturalismo españoles

El corsé asfixiante

de la española decimonónica

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Después del Siglo de Oro la literatura española había decaído bastante con la novela casi desaparecida. Durante el primer tercio del siglo XIX reapareció guiada por el ejemplo de las traducciones de obras francesas ya que las creaciones autóctonas eran escasas y de bajísima calidad. De repente, a raíz de la revolución de 1868, la primera verdaderamente burguesa de la historia española, renace la novela y surgen al unísono los narradores más cualificados: Valera, Pereda, Alarcón, Galdós, Alas Clarín, Pardo Bazán (Hazas;243). Se conoce a estos autores como Generación de 1868[2]. Como dijo Clarín “el glorioso renacimiento de la novela española data de fecha posterior a la revolución de 1868”, porque la novela realista, fundamentalmente burguesa, nació ligada al triunfo de dicha clase social, de la burguesía, que no se produjo hasta este momento. De la burguesía salieron los novelistas, al igual que los lectores, los personajes narrativos, los problemas que les preocupaban, etc. Porque esta nueva clase dominante necesitaba analizar objetivamente la realidad, para así poder instrumentalizarla mejor, y a tal fin se sirvió de la novela realista (Hazas;243).

El Realismo español tiene carácter propio ya que no solo parte de la influencia de los novelistas realistas europeos, sino también de la herencia de la tradición española realista: la picaresca, la novela cervantina, el costumbrismo. Además, tiene dos tendencias: el Realismo tradicionalista, que idealiza las costumbres y ambientes, especialmente rurales y regionales como oposición a la degradación urbana burguesa, y el Realismo progresista, que describe la sociedad de forma más cruda y con mayor intención crítica[3]. Como consecuencia, respectivamente, hay dos generaciones de novelistas. La de los iniciadores, la fundamental, los cuales  rompieron con el Romanticismo y abrieron el camino, nacidos todos antes de 1845, y cuyas novelas primeras se publicaron entre 1870 y 1880. Son Valera, Pereda, Alarcón y Galdós. Sus modelos literarios, además de los españoles del Siglo de Oro, fueron Balzac, Stendhal y Dickens, fundamentalmente (Hazas;244). La segunda generación, la de los seguidores y consolidadores, la de los más jóvenes, nacidos después de 1850, que publicaron sus novelas a partir de 1880. Son Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas Clarín, Palacio Valdés y Blasco Ibáñez. Es el grupo de los naturalistas, los cuales acentuaron y objetivaron el realismo anterior, al mismo tiempo que lo despojaron de su carácter ideológico tendencioso. Su modelo literario principal fue Zola (Hazas;244).

El  Naturalismo, que apenas duró una década (1880-90) fue un movimiento que, en cierto modo, surgió como continuación de la novela realista. Su difusión se debió a unos artículos de Emilia Pardo Bazán (La cuestión palpitante, 1882) en los cuales abogaba por una adaptación del Naturalismo francés. El Naturalismo nació impulsado por Émile Zola, quien en su libro La novela experimental (1880), influido por los grandes avances científicos (en fisiología, física, química, biología), propuso aplicar el método científico a la literatura: describir y analizar al ser humano, que está determinado por el medio, por el momento histórico y por la herencia biológica. En España, el contexto era diferente: no había un verdadero capitalismo ni una ciencia floreciente. Los escritores españoles rechazaron el estricto determinismo biológico y reivindicaron el libre albedrío y el humor; sin embargo, incorporaron temas y procedimientos narrativos del naturalismo. La novela naturalista española no acepta el extremado determinismo francés y por ello puede considerarse como la fase final del Realismo del XIX. Se adscriben a esta tendencia algunas obras de Galdós, Clarín  y, sobre todo, de Emilia Pardo Bazán (Los pazos de Ulloa, La madre Naturaleza)[4].

España, durante el siglo XIX, pasa de una sociedad estamental basada en el privilegio a una de clases. La aristocracia no desaparece, sino que incluso se fortalece y se une a los nuevos grupos dirigentes en ascenso. La burguesía se convierte en el grupo social más influyente. La consolidación del Estado liberal permite la creación de un cuerpo de funcionarios (maestros, oficinistas) que, junto con las profesiones liberales (abogados, periodistas, etc.) y los pequeños fabricantes o comerciantes, van conformando una clase media burguesa[5]. Esta clase estaba constituida por todas las profesiones liberales entre las que tuvieron especial importancia abogados, periodistas, funcionarios, ingenieros, profesores y médicos[6]. En La sociedad como materia novelable Galdós explica como se advierte la descomposición de las antiguas clases sociales forjadas por la historia. Pueblo y aristocracia pierden sus carácteres tradicionales, de una parte por la desmembración de la riqueza, de al por los progresos de la enseñanza. La llamada clase media, que no tiene aún existencia positiva, es tan sólo informe aglomeración de individuos procedentes de las categorías superior e inferior, el producto, digámoslo así, de la descomposición de ambas familias: de la plebeya, que sube; de la aristocrática, que baja, estableciéndose los desertores de ambas en esa zona media de la ilustración, de las carreras oficiales, de los negocios, que vienen a ser la codicia ilustrada, de la vida política y municipal[7].

En sus novelas Galdós presenta la aristocracia venida a menos, la burguesía adinerada, la sufrida clase media de los burócratas que hacen esfuerzos por aparentar una posición económica de la que carecen, los pequeños comerciantes, los clérigos, los jornaleros, los mendigos, los golfos, etc (Barroso;293). En Fortunata y Jacinta Juanito de Santa Cruz es hijo de una familia de comerciantes, muy acomodada. En Tristana, Horacio Díaz es pintor, don Lope Garrido es un hidalgo en decadencia.

Por otra parte, Clarín en La Regenta, presenta el aumento de la nobleza como consecuencia de la concesión de títulos nobiliarios a los estamentos más diversos: militares, burgueses, etc. La nobleza constituye la segunda clase social más importante y en sus manos está el poder político de la nación. Don Víctor Quintanar es Regente de la Audiencia, Álvaro Mesía figura como jefe del partido liberal de Vetusta. La clase baja apenas aparece en su obra, otro tanto sucede con la clase media (Barroso;315).

En Los Pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán describe la Galicia campesina del siglo XIX. El medio rural presenta aristócratas decadentes y degradados, caciques, criados codiciosos y brutales, seres primarios. Los personajes del entorno urbano, indefensos y débiles, sufrirán un proceso de marginalidad y destrucción[8]. Don Pedro Moscoso es un marqués que había vendido su título, Primitivo es el criado del marqués pero en realidad es el cacique del área y el dueño de todo y de todos[9].

Por primera vez, a mediados del siglo XIX, aparece la cuestión de la mujer, es decir, la mujer aparece como un problema social, como consecuencia de la Revolución Industrial, que había acabado con la familia tradicional. Antes, las amas de casa estaban sometidas al hombre, pero llevaban el peso de un gran número de actividades: hacían conservas, salaban pescado, confeccionaban la ropa de la familia, cuidaban la huerta y los animales, fabricaban jabón y velas, cuidaban de la salud de toda la familia. La Revolución Industrial, poco a poco, le quitó todas estas atribuciones: el jabón se compraba en las tiendas, la salud pasa a manos de los médicos, la población vive en las ciudades. La mujer se quedó sin un lugar propio en ese mundo. Fueron tiempos muy duros para las mujeres: las de clase baja se reventaban en turnos fabriles de dieciséis horas, y además habían de parir y llevar el hogar. Las de clase media y alta quedaban atrapadas en una jaula de oro. Esto explica, por ejemplo, la proliferación de la clorosis, nombre antiguo de la anemia, entre las mujeres de la segunda mitad del XIX, fruto de la insana moda del corsé, de los encierros en el propio hogar y de la falta de perspectivas vitales[10].

Fortunata, Jacinta, Tristana, la Regenta, Nucha la señora de Ulloa… la novela realista/naturalista ha dejado a la historia literaria española e universal un nutrido número de mujeres protagonistas, víctimas muchas veces de sus pasiones y, en general, de una sociedad rígidamente estructurada y convencional. El papel que desempeñan estas mujeres es el del ruiseñor en la jaula, almas oprimidas por el mismo peso: el peso del yugo patriarcal/marital. Ostentan su belleza, su docilidad, su inocencia, su bondad, incluso su virtud y son tan pasivas que existen sólo en función de un personaje masculino, sea su padre o su marido o ambos.

Nucha,  hija modelo, obedece a su padre cuando éste la entrega a un matrimonio sin amor y pasa a las manos de un esposo brutal y machista[11]. Tristana, joven huérfana ha quedado a cargo de un amigo de sus padres, don Lope Garrido, otoñal seductor que la trata con paternalismo pero a la vez ejerce como su amante[12]. Ana Ozores, tras una niñez poco afortunada, queda en manos de sus tías que la tratan como un objeto en el mercado matrimonial al que hay que engordar para que la ganancia sea mayor[13]. Se busca un marido acomodado para ella, pero Ana  elige en contra de la voluntad de sus tías y se casa con un forastero aragonés que le dobla la edad y que será el causante de su desgraciada vida en lo sucesivo[14]. Fortunata, mujer folklórica del pueblo, es víctima del señorito donjuanesco Juan Santa Cruz el cual la abandona para casarse con Jacinta, esposa elejida por sus padres, otra víctima de los matrimonios burgueses.

Estas mujeres no pertenecían a la clase media burguesa de nacimiento sino ascendieron a través de sus matrimonios (Regenta, Tristana, Nucha).  Dicha situación les provoca un choque entre su mundo interior y los valores aceptados socialmente. Esto explica el hecho de que psicológica y sentimentalmente son mujeres complejísimas y multifacéticas. Tienen una sensación de insatisfacción general, una sensación de malestar, sienten un disgusto, un hartazgo, una falta de sentido de la propia existencia porque no viven conscientemente, es decir, no tienen libertad de obrar, de hacer elecciones, de evolucionar. Su vida está en función total de la cotidianidad de su matrimonio. Su conflicto interior se manifiesta en cambios de actitud bruscos, en caprichos o crisis que justifican su cualidad de neuróticas y enfermizas. Regenta sufre de crisis febriles y ataques histéricos, Tristana se enferma de cáncer y se le cortan la pierna, Nucha se refugia en la histeria y después  muere, Fortunata muere tras haber dado a luz a su hijo. Las “enfermedades” de las esposas son el resultado del dolor que les provocan la casa que se les cae encima, el mundo que las rodea y, en definitiva, es “la forma convencional de protestar contra el status quo”[15].

En resumen, la conceptualización decimonónica de lo femenino, el ser y estar de la mujer, se encuentra en función de su situación personal dentro de la familia: hija, madre, soltera, casada o viuda. Esta situación comporta la aceptación o no de unos estereotipos que actúan con gran fuerza en la mente de la misma mujer y de los que le rodean. El matrimonio burgués, a menudo más contrato que consecuencia del amor, se constituye en uno de los ejes en torno a los que gira la atención de los novelistas del xix[16]. Como sostiene Galdós: Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción[17].

BIBLIOGRAFÍA

 

Alas, Leopoldo.  Ρεχέντα. Αθήνα, ΑΙΟΛΟΣ, 2001

Αλεξίου, Β. «La literatura española en la segunda mitad del siglo XIX: Posromanticismo, Realismo, Naturalismo» (capítulo 2) en  Αλεξίου, Β., Παλαιολόγος, Κ. Λογοτεχνία Ισπανίας. Εγχειρίδιο μελέτης. Πάτρα,  ΕΑΠ, 2001.

Barroso, A., et al.  Introducción a la literatura a través de los textos, TOMO II, ed. Istmo S.A., 2000.

Del Río, Ángel. Historia de la literatura españolaDesde 1700 hasta nuestros días. T2. Madrid : Ed. Gredos,S.A., 2011,

García López, J., Historia de la Literatura Española, ed. Vicens Vives S.A., 1997.

Hazas, A.R., y Marín, J.M. Antología de la literatura española hasta el siglo XIX. Ed. SGEL, Madrid, 2006.

Pardo Bazán, Emilia. Los Pazos de Ulloa. Colección LEER EN ESPAÑOL, Ed. SANTILLANA, Madrid, 1994.

FUENTES ELECTRÓNICAS

Benito Pérez Galdós La sociedad presente como materia novelable

http://biblioteca.vitanet.cl/colecciones/800/860/864/sociedadpresente.pdf

Calderón y la novela realista

http://www.biblioteca.org.ar/libros/132344.pdf

Clarín y la crítica feminista por Isabel Navas Ocaña

http://cvc.cervantes.es/literatura/clarin_espejo/navas.htm

El determinismo en la Regenta

http://cvc.cervantes.es/literatura/cauce/pdf/cauce02/cauce_02_008.pdf

El Realismo: la innovación narrativa en la 2ª mitad del siglo XIX. Benito Pérez Galdós

http://ieshocesdelduraton.centros.educa.jcyl.es/sitio/upload/Tema_2._El_realismo._Galdos._2_bach_20052006.pdf

El Realismo: la innovación narrativa en la segunda mitad del siglo XIX. Benito Pérez Galdós.

http://www.ehiztari.com/Castella_Legua/2bachiller/tema2.pdf

La España del siglo XIX

http://roble.pntic.mec.es/cgee0016/4esohistoria/quincena5/textos/quincena5pdf.pdf

La literatura del siglo XIX

http://www.mcgraw-hill.es/bcv/guide/capitulo/8448166884.pdf

Mujer contra mujer: La derrota final femenina en Los pazos de Ulloa por Antonia Petro

http://www.hichumanities.org/AHproceedings/Antonia%20Petro.pdf

Clarín, espejo de una época «Otras» heroínas de la narrativa del xix. La mujer en los cuentos de Clarín

http://cvc.cervantes.es/literatura/clarin_espejo/socias.htm

Sociedad, cultura y vida cotidiana en la España del siglo XIX

http://www.iesmontilivi.net/arees/Ciencies%20Socials/web/2Bat/HistoriaComuna/apunts/07%20MovObrerXIX/classes%20socials%20s.XIX.pdf

Tristana, Benito Pérez Galdós

http://www.educa.madrid.org/web/ies.antoniogala.mostoles/Dep_Leng_Lit/Lecturas_de_2_Bach/Tristana_de_Galdos.pdf


[1] Federico de Madrazo, La condesa de Vilches (1853). Madrid, Museo del Prado

[9]Los Pazos de Ulloa

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El rostro jánico del Romanticismo español

EL ROSTRO JÁNICO[1] DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL


[1] Del Jano, que era el dios de las puertas, de los finales y de los comienzos. Era el dios de los cambios y de las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Su representación habitual es bifronte, esto es, con las dos caras mirando en sentidos opuestos.

http://www.gluv.org/Trabajos%20y%20Trazados%20Masonicos/Trazados%20de%20Otras%20Logias/ENERO%20Y%20EL%20DIOS%20JANO.htm

El Romanticismo español, como movimiento de transformación en todos los órdenes de la vida, comienza el año 1808, año que marca una larga etapa de transformación social, política e ideológica. Sin embargo, el Romanticismo como escuela o movimiento literario comienza en España entre 1830 y 1835 (Del Río;99).

Su introducción en España va ligada a tres circunstancias históricas: la invasión napoleónica en 1808, la consiguiente Guerra de la Independencia (1808-1814) y el absolutismo del rey Fernando VII (1808-1833). De ahí que se hable de la tardía aparición del movimiento en la península ibérica con respecto al resto de Europa. Las constantes perturbaciones políticas del país, el despotismo del monarca, la férrea censura de prensa impuesta por la Monarquía, la represión de los intelectuales – muchos de los cuales habían emigrado – y el ambiente de turbulencia, fueron circunstancias poco propicias para el desarrollo de actividades intelectuales. Como consecuencia, la  introducción del Romanticismo en España fue progresiva, agitada  y lenta (García Lopez;470).

Se diferencian dos tendencias que indican que el Romanticismo no fue un fenómeno de dirección única, como los rostros del dios Jano. Jano, dios de las iniciaciones, sugiere un simbolismo muy profundo. Es un dios capaz de mirar hacia dos sitios a la vez, de ver occidente y oriente, de estar constantemente avisado de lo que sucede. Pero también es un dios que ve el pasado y el futuro, que sabe todo lo que ha pasado y lo que pasará[2].

Así, por una parte, fueron los románticos tradicionalistas: rechazaban el mundo burgués por excesivamente revolucionario, y propugnaban la vuelta a los antiguos valores  tradicionales (los hermanos Schlegel, Novalis, Chateaubriand, Walter Scott, Zorrilla, Duque de Rivas)[3]. Se trataba de un Romanticismo conservador y tradicionalista que quedó pronto vinculado a los gustos e intereses de una aristocracia que se orientaba hacia la restauración de los viejos valores tradicionales, exaltaba lo nacional y dirigía los ojos con nostalgia hacia la seguridad del pasado, la Edad Media caballeresca y cristiana (García López;469).

Por otra parte, fueron los románticos liberales: consideraban que la burguesía había frustrado las ilusiones ilustradas de un mundo nuevo, y por tanto exaltaban la libertad individual y los derechos de los pueblos (Lord Byron, Victor Hugo, Larra, Espronceda)[4]. Se trataba de un Romanticismo revolucionario y liberal, orientado hacia la plena exaltación de lo íntimo como realidad esencial de la vida, individualista y con espíritu crítico que giraba su mirada hacia el futuro (García López;470).

Tres son las fases de la evolución del romanticismo español: la inicial corresponde a las dos primeras décadas del siglo XIX (reinado de Fernando VII) y representa la introducción progresiva de los nuevos puntos de vista – polémicas, traducciones, revistas – y está ligada al romanticismo conservador. La segunda fase es la década de 1830 (regencia de María Cristina) y representa la entrada de las tendencias liberales y el pleno desarrollo de una producción original. La tercera es la década de 1840 (reinado de Isabel II) y representa la asimilación de los elementos importados. La época romántica puede darse por terminada hacia 1850 (García López;470-471, 475).

La poesía romántica se divide en tres generaciones distintas. A la primera generación romántica, de carácter conservador, pertenecen los autores que introdujeron el ideal romántico en España al volver del exilio. Destaca el Duque de Rivas (1791-1865). El apogeo del romanticismo se identifica con la obra de José Zorilla (1817-1893) y de José de Espronceda (1808-1842), representante de la vertiente revolucionaria del movimiento. Románticos que escribían poesía romántica cuando el movimiento ya había desaparecido en Europa son el sevillano Gustavo Adolfo Becquer (1836-1870) y la gallega Rosalia de Castro (1837-1885) (Cabrales;10).

En el teatro los principales dramaturgos fueron Francisco Martínez de la Rosa (La conjuración de Venecia), el Duque de Rivas (Don Álvaro), Antonio García Gutiérrez (El trovador), Juan Eugenio Hartzenbusch (Los amantes de Teruel) y José Zorilla (Don Juan Tenorio) (Hazas;206).

En la prosa romántica hay que distinguir la novela histórica, el costumbrismo y el periodismo. La novela histórica fue cultivada por Espronceda (Sancho Saldaña), Mariano José de Larra (El doncel de don Enrique Doliente), Enrique Gil y Carrasco (El señor de Bembibre). Larra también cultivó el periodismo y el costumbrismo, junto a Ramón de Mesonero Romanos (Escenas Matritenses) y Serafín Estébanez Calderón (Escenas andaluzas) (Hazas;205)

José de Espronceda, figura emblemática de la época representa el primer romanticismo de fuente inglesa, el liberal, comprometido con la política. Como autor lo caracterizaron los rasgos más llamativamente románticos: la agitación política, las creencias exaltadamente liberales, el amor apasionado, la vida desordenada y anárquica, la muerte prematura (Hazas;207). Hemos elegido el poema que lleva por título “A la muerte de Torrijos y sus compañeros”[5] que muestra su espíritu rebelde, luchador y desencantado. Liberalismo y Romanticismo prácticamente se identifican en este poema. El poeta defiende la libertad del pueblo para rebelarse contra el absolutismo y denuncia situaciones e injusticias.

Durante el reinado de Fernando VII se produjeron numerosos intentos por parte de los liberales para terminar con el despotismo fernandino que oprimía a España y restituir a la nación de su libertad.  José María Torrijos (1791-1831) fue un militar combatiente de la Guerra de la Independencia española, que protagonizó uno de los últimos intentos por derrocar al régimen absolutista de Fernando VII en 1831. Consciente del peligro que suponía para sus intereses, para capturar a Torrijos, el Rey Fernando VII ideó una argucia basada en la traición. Como consecuencia de ello fueron detenidos Torrijos y varios de sus compañeros. El día 10 de diciembre se recibió la orden de fusilamiento firmada por Fernando VII, quién escribió de su propio puño y letra: “Que los fusilen a todos. Yo, el Rey”. En la mañana del 11 de diciembre de 1831, el general Torrijos y 52 de sus leales fueron fusilados al grito de “¡¡Viva la libertad!!” en la playa de San Andrés, de Málaga. El pintor Antonio Gisbert (1835-1902) plasmó en una obra el fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, obra que se puede ver en el Museo del Prado[6].

 

A la muerte de Torrijos y sus compañeros

 

Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron

honra del libre, y con su muerte dieron

almas al cielo, a España nombradía.

 

Ansia de patria y libertad henchía

sus nobles pechos que jamás temieron,

y las costas de Málaga los vieron

cual sol de gloria en desdichado día.

 

Españoles, llorad; mas vuestro llanto

lágrimas de dolor y sangre sean,

sangre que ahogue a siervos y opresores,

 

y los viles tiranos con espanto

siempre delante amenazando vean

alzarse sus espectros vengadores.

El poema se compone de un título  y de 14 versos distribuidos en 4 estrofas. Es un soneto que consta de catorce versos de arte mayor (endecasílabos), con dos rimas consonantes distintas, una aguda (-ía) y otra llana (-eron), abrazadas en los cuartetos, distribuidas en ABBA ABBA, y tres rimas consonantes llanas (-anto, -ean, -ores), encadenadas en los tercetos, distribuidas en CDE CDE.

Este poema destaca la personalidad de político de Espronceda. Aquí aparece el tema de la libertad que se combina con el patriótico y la nota civil política. Es un canto a los héroes de las luchas liberales. El modo con que Espronceda aborda este tema parte de un argumento fácilmente reconocible: se refiere a los liberales que fueron asesinados. La naturaleza, aquí el mar, expresa el carácter indómito y feroz de las personas ejecutadas (mar bravía). Ellos fueron los mejores del partido liberal (honra del libre) y su muerte heroica, abrió la puerta a la fama (dieron a España nombradía) y consecuentemente a la eternidad (almas al cielo). Su memoria quedará para siempre viva porque ellos fueron patriotas (Ansia de patria y libertad henchía sus nobles pechos) atrevidos (jamás temieron). Con la personificación “las costas de Málaga los vieron” el poeta quiere decir que aunque su ejecución fue ocultada, todo el mundo la experimentó como si fuera presente. Además, la antítesis “sol de gloria” y “desdichado día” intensifica lo injusto , inútil y vano de la ejecución.

En el primer terceto, con el imperativo “españoles llorad”, el poeta incita al pueblo español a vengarse de la muerte de los héroes. Con la metáfora “sangre que ahogue” amenaza con grandes repercusiones no sólo a los absolutistas sino a  sus partidarios “siervos y opresores” también. El epíteto “viles” muestra la crueldad de los tiranos, en este caso del rey Fernando VII. El último terceto es una maldición a los responsables del fusilamiento: la venganza siempre estará viva. Las “almas al cielo” se hicieron “espectros vengadores”.

En el estilo del poema pueden reconocerse algunos de los recursos estilísticos  propios del Romanticismo. Es un poema político de denuncia. Destaca la presentación de una naturaleza que se convierte en símbolo de los extremados sentimientos del sujeto. Además, el poema se caracteriza por la armonía de su forma, la sinceridad de su expresión y su tono grave y solemne.

Destaca vigorosamente en las obras de Espronceda el que lo mejor de su poesía está dedicada a cantar las luchas del pueblo, a impulsarle al combate contra la tiranía, a ensalzar sus héroes y sus gestas. Su nombre ha quedado como uno de los más grandes poetas españoles y un sincero y fervoroso combatiente por la democracia en España[7].

BIBLIOGRAFÍA

Αλεξίου, Β., Παλαιολόγος, Κ. Λογοτεχνία Ισπανίας . Εγχειρίδιο μελέτης. Πάτρα,              ΕΑΠ, 2001.

Barroso, A., et al.  Introduccion a la literatura a traves de los textos, TOMO II, ed. Istmo S.A., 2000.

Cabrales, J. M., Hernández, G. Literatura española y latinoamericana – Del Romanticismo a la actualidad. Madrid: SGEL, 2009.

Carmelo,V., Valdivieso, y T.L., Friedman, E.H. Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Ed. McGraw-Hill, Inc. USA, 1994.

Del Río, Ángel. Historia de la literatura españolaDesde 1700 hasta nuestros días. T2. Madrid : Ed. Gredos,S.A., 2011,

García López, J., Historia de la Literatura Española, ed. Vicens Vives S.A., 1997.

Hazas, A.R., y Marín, J.M. Antología de la literatura española hasta el siglo XIX. Ed. SGEL, Madrid, 2006.

FUENTES ELECTRÓNICAS

El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, recuperado en 8-11-2011

http://ecorepublicano.blogspot.com/2010_10_01_archive.html

Espronceda, su tiempo, su vida y su obra Por F. Ganivet

http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/90894818788575970271580/p0000002.htm#I_15_

Ejemplo de redacción de un comentario de texto literario: el mendigo

http://www.escuelassj.com/file.php/97/El_mendigo_Com_Texto.pdf

A la muerte de Torrijos y sus compañeros

http://www.las9musas.net/siglo19/romanticismo/espronceda/aespron.html#coyunda

Dios Jano

http://wiccaspain.es/?p=2468

http://www.gluv.org/Trabajos%20y%20Trazados%20Masonicos/Trazados%20de%20Otras%20Logias/ENERO%20Y%20EL%20DIOS%20JANO.htm

La literatura del siglo XIX

http://www.mcgraw-hill.es/bcv/guide/capitulo/8448166884.pdf


[1] Del Jano, que era el dios de las puertas, de los finales y de los comienzos. Era el dios de los cambios y de las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Su representación habitual es bifronte, esto es, con las dos caras mirando en sentidos opuestos.

http://www.gluv.org/Trabajos%20y%20Trazados%20Masonicos/Trazados%20de%20Otras%20Logias/ENERO%20Y%20EL%20DIOS%20JANO.htm

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