La novela española de posguerra

 

TRISTE HERENCIA[1]

Finalizada la Guerra Civil, España es un país en ruinas dividido entre vencedores y vencidos. Los vencedores de la guerra impusieron una dictadura militar de ideología fascista con el apoyo de la Iglesia y de los grupos conservadores. Se suprimió toda la obra legislativa de la República y en lugar de la Constitución de 1931 se dictaron normas de tipo totalitario y dictatorial, basadas, pretendidamente, en la tradición histórica española. Elementos claves del sistema político eran la censura en los medios de comunicación, la ausencia de libertades esenciales y la prohibición del movimiento obrero, el rechazo de la democracia liberal como sistema ineficaz y corrupto y el patriotismoexagerado[2].

Durante la primera etapa de la dictadura de Franco, la mayor parte de la sociedad española sufrió las consecuencias de la guerra en forma de hambre, miseria y represión. La población se había reducido en más de 600.000 personas. Por otra parte, la sociedad de posguerra estaba muy dividida ya que, mientras que para las clases populares las condiciones de vida eran muy difíciles, hubo grupos vinculados al régimen y los especuladores que se enriquecieron con el racionamiento de los productos básicos y el control del mercado negro[3].

El panorama de la cultura española entre 1940 y 1950 era desolador, triste herencia de la Guerra Civil. La vitalidad cultural de la II República fue bruscamente interrumpida: la mayoría de los artistas e intelectuales tuvieron que exiliarse a países europeos, a Hispanoamérica o a la URSS. A principios de los años 40, los vencedores de la Guerra Civil intentaron orientar toda la vida cultural, rechazando los movimientos vanguardistas y renovadores. Toda actividad cultural tenía que ajustarse al pensamiento tradicional y a la ortodoxia de la Iglesia católica. Estas directrices se impusieron en todos los ámbitos de la educación, que estaba controlada por las órdenes religiosas, y sometida a la actuación de la censura[4].

En estos años la vida cultural estuvo cargada de notas triunfalistas, de deseos de evasión y de retornos al formalismo clásico. Pronto apareció una literatura inquietante y hasta cargada de angustia: la poesía desarraigada y las novelas tremendistas[5].

En este panorama cultural poco alentador, la poesía lírica mantiene un nivel bastante digno. La poesía de los primeros años de posguerra se divide en dos líneas, la poesía arraigada y la poesía desarraigada. La primera es una poesía de visión optimista y esperanzada del mundo y de la vida, hace gala de una notable voluntad de armonía, claridad y orden, un lenguaje depurado y una predilección por las formas métricas clásicas. La corriente de la poesía desarraigada es aquella en la que se presenta la subjetividad del poeta en conflicto con el mundo exterior. Con un lenguaje agrio, violento y muchas veces grandilocuente y tremendista los poetas dan rienda suelta a sus angustias existenciales y a sus inquietudes históricas, muestran su solidaridad con los demás hombres y exigen a Dios, con el que entablan un diálogo exasperado o una lucha abierta, unas respuestas al dolor del hombre (Ramoneda;800).

El teatro de la posguerra ha tropezado con unos obstáculos mayores. Una censura implacable, unos empresarios escasamente proclives a arriesgarse con experimentos renovadores de dudoso éxito y un público, en su mayoría conservador, reacio a aceptar en un escenario situaciones y conflictos que pusieran en duda o en peligro sus más sólidos principios morales, sociales y políticos (Ramoneda;641).

En la novela se puede decir que después de un remanso, explicable por la Guerra Civil y sus consecuencias, se produjo un renacimiento caracterizado por la tendencia a devolver a la novela el contenido humano y realista, psicólogo y social, que había perdido en los años deshumanizadores, no como mera vuelta a un realismo decimonónico sino incorporando en el estilo algunas de las conquistas hechas por la sensibilidad contemporánea (Del Río;409).

Existe la opinión, generalizada entre los críticos literarios, de que durante la década de los cuarenta se producen novelas de escasísimo interés. La novela española de estos años ofrece modalidades estilísticas y temáticas muy dispares. En primer lugar destaca una línea de carácter propagandístico, en la que se exaltan los más rancios valores morales y políticos o en la que se canta la victoria reciente (hasta Franco con el seudónimo de Jorge de Andrade, escribió un novelón que lleva el título Raza). Otros autores de estos años se mantienen fieles a las fórmulas más prodigadas por el realismo, el naturalismo y el costumbrismo tradicionales. Sin embargo, frente al triunfalismo reinante, abundan las obras que presentan la cara sórdida y gris de la realidad. Por ellas desfilan personajes inadaptados, solitarios y frustrados, que, muchas veces, buscan, sin éxito, una salida a su desorientación y a su vacío existencial (Ramoneda:724-725). Escritores como Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada), Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte) o Carmen Laforet (Nada) protagonizan una corriente de realismo social que recibió el nombre de tremendismo, el cual denuncia las injusticias y miserias del franquismo[6].

En 1942 apareció La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, y en 1944, Nada, de Carmen Laforet. Las dos obras dieron que hablar y sirvieron de estímulo para que surgiera el novelista latente que había en algunos jóvenes. La familia de Pascual Duarte inauguró el llamado tremendismo, o sea un realismo que acentuaba las tintas negras, la violencia y el crimen truculento, episodios crudos y a veces repulsivos, zonas sombrías de la existencia. Es una novela que describe con un realismo inquietante la vida de dicha familia, víctimas de un sistema sociopolítico que ignora al hombre dejándolo abandonado a su suerte. Con esta novela la literatura española regresa al mundo rural y popular, donde los hombres son primitivos y auténticos. En sus instintos y pasiones todo el mundo reconoció el país donde la barbaridad, la violencia, el odio y la sangre se repiten sin parar (Cela, contraportada). Esto, en cuanto al material novelesco. Respecto al lenguaje, desgarro, crudeza y, en alguna ocasión, una cierta complacencia en lo soez. Vino a ser como un remozamiento de la novela picaresca combinada con el aguafuerte goyesco (Del Río;410). Nada, es la primera novela escrita en España donde se reflejan  las consecuencias de la Guerra Civil. Es una narración de carácter autobiográfico desarrollada en un ambiente sórdido de gentes anormales y desquiciadas. Más que arte, impresiona la revelación del absoluto vacío espiritual y moral de una juventud que ha perdido la fe en toda clase de valores. Carmen Laforet fue oportuna y su obra obtuvo el premio Nadal e infinitos lectores  (Del Río;410).

A partir de 1950 empieza a forjarse una valiosa narrativa española porque el control y la censura empezaron a aflojarse. El franquismo no podía evitar que muchos españoles establecieran contacto con las novedades culturales de otros países y dentro de España también surgieron corrientes de pensamiento críticas[7]. La literatura de los años cincuenta se preocupó por dejar constancia de los problemas económicos y sociopolíticos del país, siguiendo la estela de corrientes como el neorrealismo italiano y de una concepción del arte, de inspiración marxista, que recibió el nombre de realismo social. Por ello, para referirse a la narrativa de estos años se habla de la novela social española. Sus límites temporales van desde 1951 fecha de la publicación de La Colmena de Cela hasta 1962 en que se publica Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos (Παλαιολόγος:370). Estos nuevos autores se los suele agrupar bajo la denominación de “Generación del medio siglo” y se caracterizan por un deseo de dar testimonio directo de la realidad social e histórica, y por la esperanza de que sus obras pudieran contribuir a la mejora de las condiciones de vida de las clases menesterosas.  El deseo de estos autores es actuar sobre el lector con la intención tanto de informarle de las desigualdades e injusticias sociales como provocar en él una “toma de conciencia” que le impulse a la acción, con objeto de modificar aquel estado de cosas. En este sentido, se han señalado dos tendencias bien definidas dentro de la narrativa de carácter social: realismo objetivo y realismo crítico (Cabrales;140).

En el realismo objetivo el narrador, mediante el “behaviorismo” o conductismo, se limita a reproducir la conducta externa de los personajes, sus movimientos y actitudes, dejando al margen cualquier forma de introspección, de manera que sea el lector el que saque sus conclusiones sobre la situación de quienes aparecen en la novela. La acción, generalmente escasa, se desarrolla a través de los abundantes diálogos, que incorporan muchos rasgos del habla coloquial. En esta tendencia se sitúa Rafael Sánchez Ferlosio (Jarama), Juan García Hortelano (Nuevas amistades) y Jesús Fernández Santos (Los Bravos) (Cabrales;140).

A través del realismo crítico, por el contrario, los autores manifiestan su compromiso ideológico con respecto a la materia narrada, presentando una visión parcial de la realidad con la intención de poner de relieve las causas y los efectos de las injusticias sociales. Para ello, huyen de cualquier complicación formal: utilizan la narración lineal, descripciones sencillas, léxico limitado e incluso ocasionales descuidos sintácticos. Los personajes suelen ser el obrero explotado, el campesino esclavizado y el patrono o terrateniente sin escrúpulos. Hay novelas de ambientación urbana (La Noria de Luis Romero), ubicadas en el entorno rural (La Zanja de Alfonso Grosso), centradas en el mundo de trabajo (Central eléctrica de López Pacheco) o que denuncian la superficialidad burguesa (Juegos de manos de Juan Goytisolo) (Cabrales;140).

La novela La Colmena de Camilo José Cela se considera como un “mito” de la novelística española del siglo XX y la primera novela con características de realismo social. Por lo tanto, es una de las más originales desde el punto de vista técnico, al incorporar el protagonismo colectivo y rasgos propios del realismo objetivo y del realismo crítico. Desde el punto de vista ideológico, la obra presenta una visión sórdida y descarnada de la España de comienzos de los años cuarenta, teñida de miseria, sumisiones humillantes y falta de esperanza. La acción se desarrolla a lo largo de poco más de tres días en el Madrid de la posguerra. En sus páginas se traza una radiografía de la vida cotidiana en una ciudad empobrecida. La búsqueda de alimento diario, el sexo como única salida para sobrevivir, los amores clandestinos, el trabajo embrutecedor, la soledad, la insolidaridad, la resignación. En definitiva, lo mejor y lo peor de las personas (Cabrales;146).

La obra impuso un modelo narrativo que puede sintetizarse con los siguientes rasgos, que son también rasgos de la corriente del realismo social. Primero, protagonismo colectivo (ciento sesenta personajes), escasa atención a la psicología de los personajes, a menudo convertidos – al estilo del esperpento – en muñecos grotescos. Segundo, concentración del tiempo y reducción del espacio (tres jornadas). Tercero, falta de hilo argumental: “no hay argumento entendido a la manera tradicional sino mediante una serie de múltiples cuadros que como instantáneas fotográficas muestran el cotidiano vivir” (Barroso;274). Además,  deliberado propósito de escandalizar al lector mediante la reiteración de situaciones en las que la violencia, el sexo en todas sus manifestaciones y el humor negro se entrelazan de forma inseparable. Por último, pleno dominio del lenguaje en sus más variados registros, siguiendo una línea de especial cuidado de la expresión, que se remonta a Quevedo y tiene su antecedente inmediato en Valle-Inclán (Cabrales;145). Es novela de arquitectura fragmentada y esquemática, como conviene a los que habitan la colmena. El estilo es sencillo; Cela utiliza un diálogo sobrio y ágil, no sólo para presentar directamente la vida de estos seres vulgares y corrientes, sino para acentuar algunos de sus rasgos característicos (Del Río;414-415). El propio Cela puntualiza:

“En La Colmena saltó a la tercera persona. La Colmena está escrita en lo que los gramáticos llaman presente histórico, es una novela reloj, una novela hecha de múltiples ruedas y piececitas que se precisan las unas a las otras para que aquello marche. En La Colmena no presto atención sino a tres días de la vida de la ciudad, o de un estrato determinado de la ciudad, que es un poco la suma de las vidas que bullen en sus páginas, unas vidas grises, vulgares y cotidianas…La Colmena es una novela sin héroe, en la que todos sus personajes, como el caracol, viven inmersos en su propia insignificancia”.

En resumen, los autores de las décadas de 1940 y 1950 muestran un deseo de aproximación  a la problemática humana poniendo en relieve la realidad truculenta del ambiente político, social y cultural de la posguerra.  Los hombres vistos en su dimensión individual o colectiva, constituyen la máxima preocupación de sus promociones. El análisis de lo individual con el de las condiciones de vida colectivas, la visión retrospectiva que alterna con la descripción del presente, la mera transcripción de lo visto con la pura fabulación, han acaparado la atención del público no sólo español sino mundial y han puesto de manifiesto el deseo de la sociedad española de liberarse del peso de la triste herencia de la Guerra Civil y el afán de reforma social.

BIBLIOGRAFÍA

Barroso, A., et al.  Introducción a la literatura a través de los textos, TOMO IV, ed. Istmo S.A., 2000.

Cabrales, J. M., Hernández, G. Literatura española y latinoamericana – Del Romanticismo a la actualidad. Madrid: SGEL, 2009.

Cela, Camilo José. Lacolmena. Ζαχαρόπουλος, Αθήνα, 1989. Μετάφραση από τα ισπανικά: Μαρία Χατζηγιάννη. Εισαγωγή Raquel Asún.

Cela, Camilo José. LafamiliadePascualDuarte. Καστανιώτης, Αθήνα 2010. Σειρά ΒΡΑΒΕΙΑ ΝΟΜΠΕΛ. Μετάφραση από τα ισπανικά: Ισμήνη Κανσή.

Del Río, Ángel. HistoriadelaliteraturaespañolaDesde 1700 hastanuestrosdías. T2. Madrid : Ed. Gredos,S.A., 2011.

Παλαιολόγος, Κωνσταντίνος. Από την Κυψέλη του Θέλα στην εποχή της σιωπής του Μαρτίν Σάντος. Η γενιά του ισπανικού κοινωνικού ρεαλισμού. Στο Περιοδικό Η ΛΕΞΗ, Τεύχος 180, Αθήνα, Απρίλιος – Ιούνιος 2004, σελ:370 – 375.

Ramoneda, Arturo. Antología de la literatura española del siglo XX. Ed.SGEL, Madrid, 2001.

FUENTES ELECTRÓNICAS

Unidad IX. La II República, la guerra civil y el franquismo, recuperado en 19-3-2012

http://vechi.liceulcervantes.ro/Materiale/Spaniola/CarolinaCascales/tema%209%20-%20historia%20II.pdf

Literatura española del siglo XX, 2nda parte, por Vicente Morales Ayllón, catedrático de literatura, recuperado en 19-3-2012

http://www.vmorales.es/Temas/Literatura_25_2%AA_parte.pdf


[1] Triste Herencia es un cuadro del pintor español Joaquín Sorolla que fue realizado en el año 1899. Se trata de una obra de grandes dimensiones en la que se representa una escena tomada al natural de la playa del Cabañal de la ciudad de Valencia, en la que se ven diferentes niños afectos de varios tipos de incapacidad que se disponen a tomar un baño en el mar como medida terapéutica para combatir sus problemas de salud. Un religioso de la orden de San Juan de Dios vigila atentamente a los pequeños. La obra pertenece a la primera época del pintor en la que trató varios temas de interés social. http://es.wikipedia.org/wiki/Triste_Herencia

[4] Ibídem,p;173

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